Por Walter Mehrer
“¡Ahí viene un león, corre!”, esta frase debió ser tan común para las familias de la
era paleolítica al momento de la comida como lo puede ser hoy, “¿Me pasas el kétchup, por
favor?”. Las realidades en torno a la alimentación de las familias del periodo previo a la
domesticación de plantas y animales, eran bastante duras ya que dependían en su totalidad
de la caza de animales y/o la recolección de comestibles de origen vegetal. Es decir, aquellas familias no podían ir al súper y comprar con tarjetas de crédito un delicioso baguette, ni las rodajas de queso gouda con el que lo acompañarían. En cambio, día a día estas personas debían: 1) recolectar frutas o vegetales, que lucían y sabían muy diferente a los que hoy vemos en nuestras mesas, ó 2) cazar animales que luego de manera muy exhaustiva transportar hacia sus asentamientos los cuales, dicho sea de paso, eran temporales dependiendo de la flora y fauna ó de las estaciones del año. Todo aquello representaba un peligro constante para el hombre, desde la disponibilidad de los alimentos hasta la inminente amenaza de los depredadores al constante asecho. Sin embargo, en contra de todos los pronósticos, el hombre triunfaba y eventualmente disfrutaba de una comida en familia posiblemente todos juntos frente al calor de una flameante fogata. Aunque no tenían una mesa, como niños ansiosos por conocer el mundo tenían una ilusión, se tenían entre sí y sabían que la unión era clave para la supervivencia. A la hora de la comida se contaban innumerables historias de fantasías y sueños anhelados, muchas de las cuales se convertirían en la guía hacia las civilizaciones del hoy. Alrededor de hace 12.000 ~ 10.000 años atrás, ya en el neolítico, que se empieza una revolución en nuestros hábitos de vida debido a la domesticación de las plantas y animales, y se da paso a la proliferación de una nueva era de la humanidad. Una era que dará nacimiento a una de las herramientas de
unión familiar y de estructuración social mas poderosas conocidas por el hombre moderno,
la mesa.
Para entender mejor la ascendencia de la mesa como instrumento al momento de
comer se hace obligante pensar acerca de la necesidad que originó su concepción en primer lugar. Para ello, se precisa poner en perspectiva la anatomía humana. Es bien sabido por todos que somos criaturas homínidas, y como seres bípedos se nos dificulta enormemente comer en una postura que no proponga la perpendicularidad de la espalda en torno al suelo. En otras palabras, comer acostados con la espalda en paralelo al piso puede ocasionar que nos ataruguemos y/o que tengamos indigestión. Adicionalmente, mantener el balance y una postura recta se dificulta crecientemente a medida que nos sentamos mas cercanos al suelo. A partir de estas premisas se conceptualiza la idea ubicar la comida lo mas cercana posible a nuestras bocas sin comprometer el fácil alcance de la misma con nuestras manos. Se pensó entonces en colocar los alimentos en un punto de coordenadas medio a nuestros cuerpos que diera la proporción perfecta entre postura y accesibilidad. Mientras que la mesa sirve por diseño al propósito de dar complemento a nuestras anatomías a la hora de la comer, también se internalizan otros beneficios como lo son el mantener los alimentos alejados de animales rastreros, partículas de polvo y gases tóxicos que se acumulan en el suelo, entre otros. Ideada por los antiguos egipcios hace 3.000 años y perfeccionada por los franceses e ingleses en la edad media, las bondades de la mesa no dejan de cautivarnos, por lo que a mas de 5.000 años de su concepción aun sigue siendo una de las piezas de mueblería de preferencia en casi todos los hogares de la familia moderna.
Los beneficios de comer en familia trascienden la particularidad de una mesa. Sin
embargo, en la vida de hoy donde se da “todo” por sentado ya que nadie tiene tiempo de
detenerse a pensar, la mesa del comedor sigue siendo nuestra mejor opción a la hora de
reunir la mayor cantidad de miembros de la familia en un solo lugar compartiendo una
misma actividad en común, comer. El puro acto de alimentarse en grupo fortalece las
relaciones interpersonales, que a su vez promueve la secreción de hormonas como las
endorfinas y estas sucesivamente mejoran la digestión. El desafío para las actuales
generaciones, y las venideras, es asimilar el hecho de que en casi todos los hogares
modernos no hay sola una mesa (sino varias) y peor aun no hay un solo sitio establecido
como el lugar designado para congregarse a comer. Por ello, cada miembro de la familia
moderna (enredados en su relación “binaria” con el celular) tienden romper con la tradición
y se disponen a comer desplazados del resto e inclusive a deshoras en relación de los unos a los otros. Es sumamente necesario, tanto para los lideres de una familia como para los mas pequeños de casa, entender que las sociedades arrancan desde el hogar. Por ende, es
imperante que las cabezas de hogar entiendan que muy difícilmente exista otro momento
del día en donde, sin la presencia de ningún electrónico o alguna otra distracción, se tenga
la indivisible atención de todos los miembros del clan. Aunado a ello, la instancia de comer
en familia presenta de manera natural frente a nuestros ojos como se comparten los
alimentos, fuente de vida, que nunca son demasiado malos o demasiado buenos para
inhibir una conversación al respecto. Reunir a la familia en la mesa para compartir la
bendición de la comida es la oportunidad perfecta para intercambiar ideas, conocimientos,
dar ejemplos, educar y criar a los futuros lideres de la sociedad.
Finalmente, para todas las madres y padres, o cabezas de hogar, a continuación una
lista de beneficios ampliamente reconocidos al seguir la tradición. Comer en familia trae
consigo:
• El fortalecimiento de la conexión, rutina y estabilidad familiar.
• Mejoría del rendimiento escolar.
• Una significativa reducción en el riesgo de abuso de sustancias.
• Menor riesgo de cometer actos delincuentes.
• Mejora en los modales y normas de educación.
• Incremento en la empatía.
• Mejor sentido del compartir.
• Hábitos de alimentación más saludables.
• Una significativa reducción de riesgo de padecer trastornos alimentarios.
• Menor tendencia hacia la obesidad.
• Mejora en la comunicación.
• Mejoría de la atención.
• Incremento de la conciencia sobre el ambiente a su alrededor.
• Fortalecimiento de los valores.
• Mejora en la aplicación de elementos de retórica.
• Entre muchos mas.
Si bien la unión hace la fuerza y si bien la familia es la base de la sociedad, lo que la
sociedad necesita entonces son mas familias unidas. Como se demuestra anteriormente,
una manera súper sencilla y fresca para lograrlo es congregando tanto a los mas chiquitos
como a los mas grandes del hogar a la hora de comer. No cabe duda, La mesa une a la
familia.
Bibliografía y Referencias
Geographic, junio 2011]
[National Geographic, noviembre 2019]
https://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/beneficios-comer-familia [de fuente: Mayo Clinic,
septiembre 2013]
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